¿POR QUÉ SUCEDE?
LA INDIFERENCIA DEL ESTADO
Actualmente, en el Perú, se evidencia que cada día hay más casos de mujeres maltratadas en su trabajo. Mucha gente piensa que la palabra “maltrato” se refiere sólo a agresión física, y a veces verbal, pero esto no es así. Nosotras definimos a la palabra “maltrato” como aquellas acciones que perjudican a una persona, ya sea física, emocional o económicamente. Sobre la base de esta definición, notamos que los casos de maltrato laboral a la mujer se incrementan, lo que, en el siglo veintiuno, es una vergüenza. Esta situación ocurre por varios factores, pero consideramos que la indiferencia del Estado es el más evidente.
Podemos exponer diferentes acciones que evidencian la indiferencia del Estado, tales como la incorrecta administración del presupuesto, la falta de verificación del cumplimiento de las leyes, la ineficiencia del sistema judicial, entre otras. En primer lugar, a pesar de haber
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muestra a Eliana Revollar hablando
de desigualdad de género.
promulgado algunas leyes como la ley N° 30709, que prohíbe la discriminación remunerativa entre varones y mujeres, este ente no interviene en las empresas al momento de verificar a quién se asciende o a quién se contrata. Es decir, el Estado se limita a promulgar leyes, pero no a comprobar que se cumplan. Por ello, observamos que el 59% de las mujeres se dedican al trabajo doméstico no remunerado; el otro 41% de ellas gana un 30% menos que los varones. A esto se le conoce como desigualdad de género. Estudios muestran que erradicar por completo la desigualdad entre hombres y mujeres está tardando más de lo esperado. Estaba previsto que se lograría en 83 años, pero, a nuestro ritmo, serán 100. Además, con respecto a las oportunidades económicas, tardará 217 años. Eliana Revollar indicó que, en el Perú, el Estado ha actuado contra la violencia y la desigualdad, pero las actividades que realiza son desordenadas y no tienen conexión entre sí. Ella señala que, a pesar de que hay leyes en contra de esta problemática, no son suficientes, ya que aún faltan políticas de igualdad y que se actúe para cumplirlas. Por otro lado, el Estado solo invierte el 0,01% del presupuesto en solucionar dicha desigualdad. Como dijimos antes, existen leyes contra la discriminación laboral a la mujer, pero, además de no ser efectivas por falta de intervención, no las protege del acoso laboral. Uno de los proyectos de ley aprobados en consenso es el que propone modificar el Código Penal con la finalidad de sancionar el delito de explotación sexual, en sus diversas modalidades, para proteger con especial énfasis a los niños, adolescentes y mujeres, pero vemos que, de igual forma, se requiere de intervención para hacer que las leyes se cumplan. Por otro lado, aun cuando las mujeres denuncian el maltrato sufrido en su trabajo, el sistema judicial no las apoya. El presidente de la Comisión de Justicia, Alberto Oliva, recordó que solo el 3,8% de detenidos por delitos contra la libertad sexual ha sido sentenciado a prisión. Esto muestra un completo desbalance en el sistema judicial. Las mujeres que reclaman justicia no reciben lo que necesitan, pues los acosadores siguen libres y ellas terminan con problemas psicológicos. Las evidencias mencionadas anteriormente generan que los jefes de las empresas actúen de forma inadecuada, sin pensar en el bien de sus trabajadores. Estos se aprovechan de su condición de jefes para ejercer presión sobre sus trabajadoras y tratarlas de forma incorrecta. Debido a que el Estado no está prestando atención a estos problemas, los maltratadores se sienten seguros comportándose de esta manera. Además, se sienten libres de sólo emplear trabajadores del sexo masculino sin alguna justificación lógica o verídica. Esto se comprueba con las encuestas que hicimos a mujeres en las calles de Barranco y el Centro de Lima. Una parte de ellas confesó no haber sido contratada o ascendida debido a que se contrató o ascendió a un hombre menos capaz que ella. Finalmente, existe evidencia de que algunos jefes abusan sexualmente de sus trabajadoras. Usan como táctica el chantaje y les dicen que, si no acceden, las despedirán o les reducirán el sueldo. Esto podemos evidenciarlo con muchos casos de mujeres como el de Raquel, quien fue abusada por su jefe durante un periodo de tiempo medianamente largo. Su jefe la sometía a prácticas sexuales que ella no quería realizar, pero debía hacerlo para no perder su empleo. Ella denunció esto, pero nunca arrestaron a su abusador.
En síntesis, podemos notar las consecuencias de la indiferencia del Estado en el ámbito laboral. Evidenciamos que muchas mujeres son maltratadas, discriminadas y acosadas por culpa de la ineficiencia de quienes nos gobiernan. Por ello, concluimos que es importante que seamos conscientes de esta problemática y aprendamos a reclamar lo que es nuestro derecho. Si una sola mujer reclama por ello, es muy probable que el sistema judicial no haga cambio alguno, pero si muchas lo hacen, el sistema se verá obligado a responder.
LA división sexual del trabajo
Una de las principales causas tradicionalmente es la división sexual del trabajo. De la misma forma que el género es un limitante en cuanto al acceso al trabajo, es también un factor que influencia la participación ciudadana, en particular la de las mujeres. Actualmente, en Lima metropolitana, por ejemplo, la participación laboral femenina en el mercado de trabajo alcanzó el 57.9% en el año 2009 (Encuesta Nacional de Hogares, ENAHO, 2009). A principios de los noventa, bordeaba el 45%, y el 40% a principios de los ochenta. Sin embargo, a pesar de su creciente incorporación en el mercado de trabajo, las mujeres tienen menos posibilidades que los hombres de buscar y conseguir trabajo. Así, mientras a nivel nacional la población en edad de trabajar (PET) se distribuye por géneros de manera paritaria, la población económicamente activa (PEA; población en edad de trabajar que se encuentran trabajando o buscando trabajo) es mayoritariamente masculina (54.7%). La tasa de actividad, que relaciona ambas, es 83.1% en el caso de hombres y 65.0% en el caso de mujeres. Asimismo, son variadas las formas de segregación que las mujeres encuentran en su vida laboral. Hablamos de segregación horizontal en el trabajo cuando se producen dificultades en las personas para acceder a determinadas profesiones. Se verifica en la predominancia de las mujeres hacia los sectores tradicionales feminizados y la dificultad de las mujeres para acceder a cargos generalmente estipulados como “masculinos”. En particular, las mujeres son frecuentemente afectadas por la segregación vertical en el trabajo, o sea, las dificultades que tienen para poder desarrollarse profesionalmente. Son conocidas las desigualdades que limitan que la mujer ocupe puestos con poder decisorio, así como las condiciones laborales que las afectan: son las que trabajan más a tiempo parcial o en formas laborales de flexibilidad o jornada continuada y el salario femenino, para el mismo cargo y las mismas funciones, es frecuentemente más bajo que el salario masculino. De otro modo, las mujeres en el Perú han logrado avances significativos en cuanto a la igualdad en el acceso a derechos básicos como la salud y la educación, pero continúan relegadas si de sus ingresos se trata. Un ejemplo de ello es que, al cierre de 2016, estas ganaban en promedio S/1,100.6 mensuales, 29.2% menos que sus pares masculinos (S/1,555.6), según el informe Perú Brechas de Género 2017, elaborado por el INEI. Esta situación es similar en las zonas urbanas y rurales, y se sustenta en el hecho de que las mujeres trabajan menos horas por dedicarse a sus familias o están ‘menos capacitadas’, tratándose de un problema de discriminación salarial con una brecha de 28.6% a nivel nacional.
En conclusión, en cuanto al trabajo, queremos mencionar que tanto varones como mujeres deben ser tratados por igual con los mismos derechos. Se debe dejar atrás los inadecuados prejuicios, ya que cualquier persona está habilitada para hacer el trabajo que quiera desempeñar. Por ello, concluímos brindando información sobre las cuotas de género, ya que para las mujeres es una acción afirmativa para ayudar a superar los obstáculos que les impiden ingresar en la política.
En la ciudad de Huamachuco, un grupo de 30 mujeres campesinas denunciaron haber sido objeto de discriminación laboral por parte del teniente gobernador del caserío Sanjapampa, en la región La Libertad. Las mujeres aseguraron que asistieron a una convocatoria para la limpieza y construcción del cementerio del lugar; sin embargo, cuando se presentaron ante la autoridad Felipe Reyes Polo, este las llamó “inútiles” y que necesitaba a varones para el trabajo. Ante esta situación, las féminas llegaron hasta Huamachuco a denunciar el hecho que actualmente es investigado por el gobernador provincial Julio Peña Lozano. Este es un caso de discriminación laboral, en el cual se puede apreciar la situación de la mujer. Por ello, en las últimas décadas, las mujeres se han incorporado paulatinamente al mercado laboral. Actualmente, se calcula que más de 7 millones de mujeres se encuentran trabajando, lo que representa a alrededor del 22% del total de mujeres peruanas.
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muestra a las mujeres de Huamachuco trabajando.
¿qué genera?
naturalización de la violencia
En la actualidad, la mujer se encuentra expuesta a diversos tipos de violencia que atentan contra su integridad económica, física, psicológica, entre otras. Los maltratos que recibe una mujer, también, dependen del espacio en donde se efectúan y, dentro de estos, el ámbito laboral es uno de los lugares en que mayor cantidad de agresiones se cometen. Según el diario Perú 21, 30% de peruanas son víctimas de acoso en el trabajo, principalmente, de discriminación (42%), bullying laboral (39%), y, en menor medida, de hostigamiento sexual (19%). Esta situación se produce, ya que, muchas veces, la mujer naturaliza los diversos actos de violencia que se cometen en su contra. Se entiende por naturalización el conjunto de conductas y pensamientos violentos que son tratados como normales e inofensivos. A continuación, se explicará la manera en que la naturalización de la violencia es una consecuencia del acoso en el ámbito laboral.
La imagen muestra la pasividad frente al acoso en el trabajo.
La época actual se caracteriza por una permisividad extrema, por la decadencia de las jerarquías y los valores tradicionales, y por la pérdida de los referentes. Un ejemplo de este tipo de acciones, incorrectamente justificadas, es la aceptación del acoso sexual en el ámbito laboral. Es decir, se permite que los sujetos ubicados en la posición de jefes o compañeros de trabajo intenten que la relación sexual se transforme en un acto de apropiación del cuerpo femenino, y lo reduzcan a la categoría de objeto dominado. Muchas mujeres, antes de negar al otro, tienden a negarse a sí mismas y esta situación perpetúa los ciclos de violencia. Por ejemplo, el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) condena el conjunto de humillaciones, ofensas, burlas, descalificaciones, agresiones y manoseos que aceptaba pasivamente Tania Reza, conductora del programa televisivo ATM, de Ciudad Juárez, Chihuahua (México), por parte del conductor José Enrique González Tovar. Estos hechos son evidentemente una de las formas más lamentables de violencia contra las mujeres y, desafortunadamente, son muy frecuentes. El acoso y el hostigamiento sexual contra las mujeres son prácticas arraigadas, extendidas y naturalizadas, todavía, en la sociedad. Por un lado, el mayor hostigamiento sufrido por las mujeres entrevistadas es el acoso sexual, el cual, mayormente, no es denunciado, ya sea por temor a perder el trabajo o por los prejuicios que existen en contra de las mujeres víctimas de él. Esta situación de denunciar las coloca en una posición vulnerable ante su grupo familiar y laboral. Muchas, lamentablemente, corren el riesgo de no obtener justicia, ya que no se sanciona a los culpables por falta de pruebas. A este estado se le denomina resistencia a denunciar. Otro motivo por el que se permite el acoso sexual es el desconocimiento de las leyes. El artículo 12 de la ley N°28983 indica que “las instituciones del Estado y cualquier otro ente dedicado a la investigación y a la producción están obligados a auspiciar la participación de la mujer en posiciones de nivel profesional, empresarial y docente en el campo de la ciencia y la tecnología, garantizando la igualdad de oportunidades en el empleo, ingresos y ascenso”. Por otro lado, el temor a las represalias es, también, otro factor, ya que, al denunciar las situaciones de violencia, pueden ser sancionadas con el aumento de las horas de trabajo, mayores exigencias con las actividades, entre otros. Por todos estos motivos, muchas veces, las mujeres normalizan la presencia del acoso sexual en el ámbito laboral.
En síntesis, se puede evidenciar que una de las consecuencias de la violencia contra la mujer es la naturalización en el trabajo. Esta situación se produce debido a que, en muchos casos, las mujeres que son acosadas sexual, física o psicológicamente, no denuncian, ya sea por temor a represalias o por desconocimiento de las normas del Estado. Para combatir esta problemática, el Ministerio de Trabajo debe recalcar las normas laborales a través de los Centros de Empleo. Aquellos deben orientar y brindar servicios que ayuden al ciudadano, especialmente a las mujeres, en temas de empleabilidad y asesoría laboral. De esta manera, las personas que buscan trabajo pueden acceder a dichos centros para fortalecer sus capacidades de búsqueda y obtener el puesto de trabajo más adecuado a su perfil.
consecuencias físicas y psicológicas en las víctimas
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muestra problemas psicológicos en
las mujeres maltratadas.
Una noticia que no fue muy escuchada, pero llama la atención acerca del maltrato en el ámbito laboral es el de Raquel G.S., quien fue una víctima de acoso y abuso sexual por parte de su jefe en cuatro oportunidades. Ella se sometía a dicho abuso solo por el temor a que la despidan, mas no pudo aguantar y decidió denunciarlo. Como es de costumbre, el imputado dijo ser inocente. Sin duda, el factor determinante aquí fueron las pruebas y estudios psicológicos realizados a Raquel y entregados al fiscal para poder condenar al imputado. En nuestro país, este tipo de casos sucede muy a menudo. Esto es indignante porque el Estado debería de promulgar más leyes que defiendan a las mujeres. Después de todo, el dinero o castigo al victimario nunca hará que la víctima olvide tal episodio de su vida por completo. Los llamados trastornos psicológicos no son muy fáciles de superar, ya que el episodio
traumático que sufrieron es muy fuerte y experimentan dicho acontecimiento, ya sea en recuerdos o pesadillas una y otra vez. Todo esto provoca en ellas no poder llevar a cabo sus funciones habituales. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), al año se presentan 160 millones de enfermedades profesionales no mortales, de las cuales el 10% son enfermedades mentales causadas por la violencia en el trabajo (acoso moral, hostigamiento, aislamiento, amedrentamiento y acoso sexual).
Una buena parte de mujeres trabajadoras del hogar dicen que el maltrato es un problema cotidiano, ya que un 11% reconoció ser maltratada físicamente. Los maltratos más frecuentes han sido empujones, jalones de cabello, puñetazos y bofetadas. Estas agresiones generan diferentes secuelas desde moretones simples o hasta necesitar atención médica. En diferentes casos, se han utilizado objetos contundentes para la agresión, lo cual las deja indispuestas para seguir con su labor, pero esta no es considerada una excusa para pedir un descanso. Lamentablemente, estos agresores no tienen escrúpulos ni piedad ante tal situación y tampoco reciben la sanción que les corresponde. Otro problema es el abuso sexual hacia trabajadoras del hogar por parte de sus patrones. Esto representa un 28% de las víctimas totales. Las modalidades más frecuentes son gestos obscenos, proposición de relaciones sexuales, manoseos o roces y, en el peor de los casos, violaciones. Esta situación, a veces, es tapada por los mismos varones, ya que las amenazan o simplemente la empleadora prefiere que lo calle y, a veces, al no tener donde ir, prefieren quedarse y seguir siendo hostigadas de esta manera. Lo más grave es que hay menores de edad que pasan por dicha situación, lo que puede generar en ellas diferentes problemas, como el temor a las relaciones sexuales. Un ejemplo es el caso de una joven de iniciales A.J.C., quien fue contratada por un tipo que decía necesitar alguien para que ayude a su madre a cocinar. Ella fue trasladada hacia la vivienda del empleador y, apenas llegaron, la amenazó con un arma blanca y abusó sexualmente de ella.
Por otro lado, el 54% de mujeres trabajadoras reconoció haber sido maltratada psicológicamente. Ellas dijeron que las modalidades más frecuentes son pedirles las cosas a gritos (72%), recibir insultos (44.4%) y amenazar con echarlas del trabajo (31.5%). En realidad, es lo que habitualmente pasa en las familias, porque tienen concepciones de imponer poder sobre ellas. Este poder se basa en una cultura de desprecio, machismo y discriminación. Una de las causas es por ser pobres y provincianas en su mayoría. Además, todos estos problemas no son los únicos, ya que también quedan secuelas psicológicas a causa de todo tipo de maltrato ejercido. Los trastornos más frecuentes son el estrés postraumático, la tendencia a ser violenta, neurosis, miedos en diferentes aspectos, entre otros. Estas secuelas son superadas con el paso del tiempo, pero necesitan de ayuda psicológica. Esto es debido a que, en algunos casos, estos problemas las llevan a introducirse en ciertos vicios como el alcohol o drogas creyendo que así se sentirán mejor. Incluso, en ciertas ocasiones, llegan a tener pensamientos de suicidio. Un ejemplo puede ser el caso de Sarita Montiel, quien sufrió de muchos maltratos, tanto físicos como psicológicos, y hasta hostigamiento sexual. Ella, después de todo eso, intentó rehacer su vida y tuvo una hija, a la cual a veces trata mal o le pega sin sentido. Sarita cree que la causa es su pasado, que la hizo tan insensible.
En síntesis, el maltrato laboral afecta a muchas mujeres en el Perú y los tipos más comunes son el maltrato físico, que puede abarcar desde golpes o, en el peor de los casos, violaciones sexuales; y el maltrato psicológico, que abarca insultos y demás acciones. Sin embargo, es necesario entender que el uso de la violencia física o psicológica puede generar efectos traumáticos en las víctimas. Por eso, es importante garantizar el buen trato entre el empleador y la empleada, de tal manera que esto ya no influya negativamente en su vida y pueda desarrollarse de manera normal en la sociedad y, en especial, con su familia. Frente a esta problemática, se crearon muchos sindicatos de trabajadoras a nivel nacional que tienen como objetivo principal construir una organización fuerte, democrática y unida, para así proteger y promover los derechos de las trabajadoras domésticas.